Patio ajardinado de un colegio para internos
Ya llega un nuevo día
Esta es parte de la historia de cualquier niño, cuyo parecido con otro caso sería una simple coincidencia; se me ha ocurrido escribirla en base a detalles de distintos sucesos algo aproximados, porque me ha sensibilizado el sufrimiento anímico que puede padecer cualquier criatura al no poder exteriorizar sus sentimientos, influenciado quizás por las circunstancias que le rodean.
Quiero recordar… que era a principios de enero, mes duro y frío, entre otras cosas para viajar en tren, y más en las condiciones en que se viajaba por entonces con este medio, en un vagón de tercera clase, donde los más mínimos detalles de comodidad brillaban por su ausencia; esto se acentuaba más cuando el trayecto era prolongado y lento el “caminar”. En aquellos tiempos viajar en tren constituía una verdadera odisea, todo era interminable, las esperas, los trayectos, los transbordos, las paradas…
Por fin la estación de destino. Nicolás atento al movimiento de sus padres, preocupados por sus hijos y el equipaje, éste no era demasiado porque en aquellos tiempos había que arreglarse con poco. Pasaron desde el andén por la sala de espera hasta el exterior de la estación, donde había un coche esperando a los posibles viajeros, en este caso sí había unos cuantos que se dirigían al mismo lugar, una vez “acomodados” arrancó el vehículo con el habitáculo atestado y por el exterior, una persona en cada estribo. Nicolás, curioso, observaba aquellos movimientos; era como cualquier niño, con apariencia despistada y ausente pero que estaba captando y reteniendo todo lo que ocurría.
Unas dos horas tardaron en llegar a su destino, aquel pueblo, la nueva casa, todo desconocido; como era ya al atardecer, los padres de Nicolás a lo primero que atendieron fue dar de cenar a los niños para que enseguida se acostaran, estaba todo dispuesto; había sido muy largo y pesado el viaje, desde la mañana del día anterior.
Al día siguiente, después de desayunar, Nicolás salió con su padre para acompañarle en hacer unas compras de pequeños detalles necesarios para la instalación de enseres; fue muy buena la primera impresión que le causó el pueblo, vio unas anchas calles limpias y empedradas, por lo menos esa fue su apreciación con aquella edad. Las fachadas de las casas muy blancas, algunas adornadas con macetas, la magnífica iglesia con su alta torre; muy bonito todo, pensó, era lo que pudo observar a primera vista. Tiempo tendría de conocerlo con detalle y corretear por aquellos lugares que tan bonitos le habían parecido.
En días sucesivos, empezó a salir Nicolás para conocer más cosas, tomar contactos con otros niños, y fue consiguiéndolo poco a poco, ya lo creo, tras algún que otro encontronazo, como casi siempre suele ocurrir, se integró en las costumbres y juegos; de éstos había mucha variedad, unos conocía, otros no, pero terminó conociéndolos y practicando todos.
Otra experiencia para Nicolás fue la asistencia por primera vez a la nueva escuela, tenía muchas ganas de empezar, la asumió muy bien, para su agradable sorpresa encontró en ella algunos de los nuevos amigos, le dispensaron una gratificante acogida. Le gustó mucho, era un gran salón en un primer piso, tenía mucha luz, aspiró el característico olor del ambiente, ¿porqué todas las escuelas olían igual…?, era agradable, especial, indescriptible… Otro de los detalles que también le agradó fue la colocación de los pupitres, que estaban contrapuestos de dos en dos; según el maestro dispuso colocarlos así para que los escolares estuvieran mejor comunicados entre ellos. Este era el tercer maestro que ya tenía Nicolás, había estado con dos en el lugar de origen. Grato recuerdo le ha quedado de este docente, el mejor, podría asegurar; las profesiones para ejercerlas con eficacia tienen que ser vocacionales, y de vocación este hombre tenía mucha. Estaba muy implicado con el pueblo, criticaba ante los alumnos ciertas conductas de algunos vecinos que no le gustaban, basadas en el conformismo a pasar penurias y no rechistar por ser explotados. Eran tiempos muy difíciles, quizás este hombre se situaba desde su cómoda situación económica y no entendía que si aquellas criaturas se quejaban podían quedarse sin nada; ¡cuantas veces ocurría…¡
Aparte de esta primera escuela, fueron varias por las que pasó Nicolás, consiguiendo todas las enseñanzas que se impartían en ellas; parecía verse en el muchacho buenas maneras para aprender...
Nicolás estaba ya del todo integrado en las actividades propias de los muchachos de su edad, como eran juegos, catequesis, asistencia a reuniones propias para niños con enseñanzas complementarias y otras. Y así iba creciendo Nicolás, un chaval normal, tal vez un poco canijo en su estructura física, debido a la inapetencia que padecía; sufría frecuentes mareos y necesitaba de cuidados especiales dentro de las limitadas posibilidades, mejoraba aunque lo hiciera de forma temporal para seguir con altibajos.
Dos años después, Nicolás viajó con los suyos al lugar de origen, con el objeto de visitar a aquellos familiares y para que los mayores resolvieran asuntos que tenían pendientes. Era admirable el cambio que se advertía en el muchacho; se le veía extrovertido, inquieto y muy preguntón, todo lo quería saber; a su padre, en particular, no lo dejaba haciéndole preguntas y contándole sus inquietudes y nuevos conocimientos. Durante la estancia en el lugar, enseguida renovó antiguas amistades con las que compartió ratos muy agradables. Después de cierto tiempo regresaron a casa; volvió Nicolás contento y dispuesto a reanudar su vida habitual, reencontrarse con los amigos y retomar sus actividades; continuaba animoso y con muchas ganas de hacer cosas.
Por complicadas carambolas ofrecieron a los padres la financiación desinteresada de los estudios del muchacho en un centro religioso, quizás motivado a ser sabedores de las convicciones religiosas de la familia y también porque se apreciaba en el niño cierta aplicación escolar. A su madre le causó una gran ilusión, Nicolás, entre atónito y quizás influenciado por el entusiasmo materno, accedió con agrado, no sabía si convencido, porque aún parecía no tener capacidad para discernir. Tras ser sopesada la propuesta, decidieron aceptarla; así que con muchos ánimos y no falta de sacrificio, su madre le preparó lo necesario para que el chico ingresara en el centro.
Con las consabidas dificultades que tiene adaptar a niños por primera vez a un ambiente fuera del amparo de sus padres, iban los internos acomodándose de forma progresiva, de tal manera que al poco tiempo estaban todos “casi” como en su propia casa. La mayor parte de los colegiales, en lo concerniente a economía, iban en parecida situación que Nicolás, siendo costeados los estudios por un benefactor, así se le llamaba. Por aquella época el poder adquisitivo de muchas familias era muy limitado, en cambio existían algunas personas pudientes, creyentes convencidos, dispuestos a costear los estudios de muchachos orientados a la vida religiosa, en principio no conocían cual era el motivo, después lo supieron; para que los tuvieran presentes en sus oraciones.
Hasta ahora todo transcurría con normalidad dentro del internado, suficiente alimentación, ejercicios físicos, largas horas de estudio, asistencia a clases y la consabida preparación espiritual. Los programas de estudios tenían bastantes asignaturas con un nivel superior a las que se daban en otros centros; nadie se podía permitir perder nada de tiempo si quería estar medianamente al corriente en sus calificaciones académicas. Y ahí era donde había que ver la dedicación y el rendimiento. Al principio era normal que el nivel general fuera bajo, porque faltaba algo básico, el hábito de estudio; si no existe éste es muy complicado asimilar nada; con la práctica se iba adquiriendo de forma gradual. Pero eso, el estudio, había que practicarlo; y Nicolás parecía que no estaba por la labor. No aprovechaba las horas de estudio, cualquier motivo era suficiente para distraer su atención, carecía de concentración de modo considerable. No es que no tuviera facultades para estudiar, es que no lo hacía porque no le gustaba; esto se reflejó enseguida cuando empezaron las primeras pruebas de tanteo. Las notas del alumnado en general no fueron demasiado brillantes, pero había un grupo, donde se encontraba Nicolás, en las que eran bastante bajas. Aquella situación no mejoró, el muchacho seguía en su línea, sin apenas estudiar porque no era de su agrado; a pesar de ello, entre algo que veía los libros y oír las explicaciones en la clase, siempre se le iban quedando enseñanzas que retenía perfectamente. Pero eso no era suficiente, algo fallaba; los profesores lo supieron enseguida, los síntomas eran evidentes; se advertía falta de vocación religiosa. Fue aconsejado y animado para que estudiara y en principio los propósitos eran buenos, pero llegaba el momento y no se advertían progresos, de estudiar muy poco. El estudio para poder ejercer una actividad religiosa vocacional es fundamental, porque es indispensable para ésta, o sea, si no hay estudio no hay vocación. Se podría ejercer la picaresca por algún desaprensivo en guardar las apariencias y aprovechar para estudiar en un centro cuyo coste era notablemente más económico que en los demás, esta actitud no duraba mucho, antes o poco después era descubierto; pero esto es otro tema.
A Nicolás se le planteaba un complicado problema con la situación en que se encontraba, era claro que no tenía vocación religiosa y no le gustaba estudiar, y por consiguiente estaba perdiendo el tiempo y haciendo que su benefactor perdiera de forma inútil el dinero. Pero lo más complicado para él, era saber cómo se lo iba a comunicar a sus padres.
Pudo aguantar Nicolás algún tiempo más en el centro, obligado quizás por la preocupación de tener que volver a casa para quedarse, llegó a estudiar algo consiguiendo suficientes resultados; de no ser así el claustro de profesores le habría preparado la baja, porque estaban muy pendientes de los alumnos que no daban el nivel necesario. Pese a todo, se planteó que el salir del centro era ya irreversible, que antes o después tenía que ocurrir, que cuanto más lo demorara sería peor; así que se decidió a exponer su situación para que le dieran la baja; no hubo la más mínima objeción, además por parte de la dirección lo estaban esperando.
Llegó Nicolás a casa, ya todos sabían que iba a regresar, fue recibido con una relativa normalidad, se evidenciaba el semblante triste de su madre que contagiaba esta actitud a los demás; dentro de esta cierta tensión fue su hermana pequeña quien al verle llegar le dedicó una espontánea sonrisa, ¡a este lo conozco yo¡, parecía decir; tenía unos meses, no había cumplido el año; sonrisa que jamás olvidó Nicolás, fue gratificante para él en una situación como aquella en la que no sabía que hacer ni qué decir. No hubo represalias, quizás algún reproche por haber abandonado todo sin esforzarse algo más, ¿qué sabían ellos…?
Pronto todo fue pasando hasta llegar a la normalidad; estaban mentalizados en que había que continuar y dejar lo ocurrido como una mera anécdota.
Nicolás se sentía inseguro, descolocado, todo le había cambiado, hasta su carácter; el niño alegre y extrovertido se había convertido en taciturno y reservado, se consideraba un fracasado y fue muy complicado para él volver a empezar; temía ser rechazado por todos, después comprobó que sus temores eran infundados, solo él magnificaba lo sucedido, nadie le dio importancia; razones que le motivaron para seguir. Pese a todo, Nicolás estaba muy tocado, ¿porqué me pasa a mí esto…?, se preguntaba.
Se tornó tímido y receloso, con lo abierto que había sido…; lo pasaba mal, pero procuraba por todos los medios no exteriorizarlo. Por otra parte, Nicolás estaba también sometido al natural cambio fisiológico, su niñez se estaba quedando atrás para dejar paso a otras fases del desarrollo; esto acentuaba aún más sus problemas. No fueron nada fáciles para el muchacho superar todas aquellas dificultades que se le acumularon, pero a pesar de los obstáculos no tuvo más remedio que abrir brecha y continuar; y claro que continuó, y siguió, y caminó…
Cordial saludo. Jesús F. Sanz
Ya llega un nuevo día
Esta es parte de la historia de cualquier niño, cuyo parecido con otro caso sería una simple coincidencia; se me ha ocurrido escribirla en base a detalles de distintos sucesos algo aproximados, porque me ha sensibilizado el sufrimiento anímico que puede padecer cualquier criatura al no poder exteriorizar sus sentimientos, influenciado quizás por las circunstancias que le rodean.
Quiero recordar… que era a principios de enero, mes duro y frío, entre otras cosas para viajar en tren, y más en las condiciones en que se viajaba por entonces con este medio, en un vagón de tercera clase, donde los más mínimos detalles de comodidad brillaban por su ausencia; esto se acentuaba más cuando el trayecto era prolongado y lento el “caminar”. En aquellos tiempos viajar en tren constituía una verdadera odisea, todo era interminable, las esperas, los trayectos, los transbordos, las paradas…
Por fin la estación de destino. Nicolás atento al movimiento de sus padres, preocupados por sus hijos y el equipaje, éste no era demasiado porque en aquellos tiempos había que arreglarse con poco. Pasaron desde el andén por la sala de espera hasta el exterior de la estación, donde había un coche esperando a los posibles viajeros, en este caso sí había unos cuantos que se dirigían al mismo lugar, una vez “acomodados” arrancó el vehículo con el habitáculo atestado y por el exterior, una persona en cada estribo. Nicolás, curioso, observaba aquellos movimientos; era como cualquier niño, con apariencia despistada y ausente pero que estaba captando y reteniendo todo lo que ocurría.
Unas dos horas tardaron en llegar a su destino, aquel pueblo, la nueva casa, todo desconocido; como era ya al atardecer, los padres de Nicolás a lo primero que atendieron fue dar de cenar a los niños para que enseguida se acostaran, estaba todo dispuesto; había sido muy largo y pesado el viaje, desde la mañana del día anterior.
Al día siguiente, después de desayunar, Nicolás salió con su padre para acompañarle en hacer unas compras de pequeños detalles necesarios para la instalación de enseres; fue muy buena la primera impresión que le causó el pueblo, vio unas anchas calles limpias y empedradas, por lo menos esa fue su apreciación con aquella edad. Las fachadas de las casas muy blancas, algunas adornadas con macetas, la magnífica iglesia con su alta torre; muy bonito todo, pensó, era lo que pudo observar a primera vista. Tiempo tendría de conocerlo con detalle y corretear por aquellos lugares que tan bonitos le habían parecido.
En días sucesivos, empezó a salir Nicolás para conocer más cosas, tomar contactos con otros niños, y fue consiguiéndolo poco a poco, ya lo creo, tras algún que otro encontronazo, como casi siempre suele ocurrir, se integró en las costumbres y juegos; de éstos había mucha variedad, unos conocía, otros no, pero terminó conociéndolos y practicando todos.
Otra experiencia para Nicolás fue la asistencia por primera vez a la nueva escuela, tenía muchas ganas de empezar, la asumió muy bien, para su agradable sorpresa encontró en ella algunos de los nuevos amigos, le dispensaron una gratificante acogida. Le gustó mucho, era un gran salón en un primer piso, tenía mucha luz, aspiró el característico olor del ambiente, ¿porqué todas las escuelas olían igual…?, era agradable, especial, indescriptible… Otro de los detalles que también le agradó fue la colocación de los pupitres, que estaban contrapuestos de dos en dos; según el maestro dispuso colocarlos así para que los escolares estuvieran mejor comunicados entre ellos. Este era el tercer maestro que ya tenía Nicolás, había estado con dos en el lugar de origen. Grato recuerdo le ha quedado de este docente, el mejor, podría asegurar; las profesiones para ejercerlas con eficacia tienen que ser vocacionales, y de vocación este hombre tenía mucha. Estaba muy implicado con el pueblo, criticaba ante los alumnos ciertas conductas de algunos vecinos que no le gustaban, basadas en el conformismo a pasar penurias y no rechistar por ser explotados. Eran tiempos muy difíciles, quizás este hombre se situaba desde su cómoda situación económica y no entendía que si aquellas criaturas se quejaban podían quedarse sin nada; ¡cuantas veces ocurría…¡
Aparte de esta primera escuela, fueron varias por las que pasó Nicolás, consiguiendo todas las enseñanzas que se impartían en ellas; parecía verse en el muchacho buenas maneras para aprender...
Nicolás estaba ya del todo integrado en las actividades propias de los muchachos de su edad, como eran juegos, catequesis, asistencia a reuniones propias para niños con enseñanzas complementarias y otras. Y así iba creciendo Nicolás, un chaval normal, tal vez un poco canijo en su estructura física, debido a la inapetencia que padecía; sufría frecuentes mareos y necesitaba de cuidados especiales dentro de las limitadas posibilidades, mejoraba aunque lo hiciera de forma temporal para seguir con altibajos.
Dos años después, Nicolás viajó con los suyos al lugar de origen, con el objeto de visitar a aquellos familiares y para que los mayores resolvieran asuntos que tenían pendientes. Era admirable el cambio que se advertía en el muchacho; se le veía extrovertido, inquieto y muy preguntón, todo lo quería saber; a su padre, en particular, no lo dejaba haciéndole preguntas y contándole sus inquietudes y nuevos conocimientos. Durante la estancia en el lugar, enseguida renovó antiguas amistades con las que compartió ratos muy agradables. Después de cierto tiempo regresaron a casa; volvió Nicolás contento y dispuesto a reanudar su vida habitual, reencontrarse con los amigos y retomar sus actividades; continuaba animoso y con muchas ganas de hacer cosas.
Por complicadas carambolas ofrecieron a los padres la financiación desinteresada de los estudios del muchacho en un centro religioso, quizás motivado a ser sabedores de las convicciones religiosas de la familia y también porque se apreciaba en el niño cierta aplicación escolar. A su madre le causó una gran ilusión, Nicolás, entre atónito y quizás influenciado por el entusiasmo materno, accedió con agrado, no sabía si convencido, porque aún parecía no tener capacidad para discernir. Tras ser sopesada la propuesta, decidieron aceptarla; así que con muchos ánimos y no falta de sacrificio, su madre le preparó lo necesario para que el chico ingresara en el centro.
Con las consabidas dificultades que tiene adaptar a niños por primera vez a un ambiente fuera del amparo de sus padres, iban los internos acomodándose de forma progresiva, de tal manera que al poco tiempo estaban todos “casi” como en su propia casa. La mayor parte de los colegiales, en lo concerniente a economía, iban en parecida situación que Nicolás, siendo costeados los estudios por un benefactor, así se le llamaba. Por aquella época el poder adquisitivo de muchas familias era muy limitado, en cambio existían algunas personas pudientes, creyentes convencidos, dispuestos a costear los estudios de muchachos orientados a la vida religiosa, en principio no conocían cual era el motivo, después lo supieron; para que los tuvieran presentes en sus oraciones.
Hasta ahora todo transcurría con normalidad dentro del internado, suficiente alimentación, ejercicios físicos, largas horas de estudio, asistencia a clases y la consabida preparación espiritual. Los programas de estudios tenían bastantes asignaturas con un nivel superior a las que se daban en otros centros; nadie se podía permitir perder nada de tiempo si quería estar medianamente al corriente en sus calificaciones académicas. Y ahí era donde había que ver la dedicación y el rendimiento. Al principio era normal que el nivel general fuera bajo, porque faltaba algo básico, el hábito de estudio; si no existe éste es muy complicado asimilar nada; con la práctica se iba adquiriendo de forma gradual. Pero eso, el estudio, había que practicarlo; y Nicolás parecía que no estaba por la labor. No aprovechaba las horas de estudio, cualquier motivo era suficiente para distraer su atención, carecía de concentración de modo considerable. No es que no tuviera facultades para estudiar, es que no lo hacía porque no le gustaba; esto se reflejó enseguida cuando empezaron las primeras pruebas de tanteo. Las notas del alumnado en general no fueron demasiado brillantes, pero había un grupo, donde se encontraba Nicolás, en las que eran bastante bajas. Aquella situación no mejoró, el muchacho seguía en su línea, sin apenas estudiar porque no era de su agrado; a pesar de ello, entre algo que veía los libros y oír las explicaciones en la clase, siempre se le iban quedando enseñanzas que retenía perfectamente. Pero eso no era suficiente, algo fallaba; los profesores lo supieron enseguida, los síntomas eran evidentes; se advertía falta de vocación religiosa. Fue aconsejado y animado para que estudiara y en principio los propósitos eran buenos, pero llegaba el momento y no se advertían progresos, de estudiar muy poco. El estudio para poder ejercer una actividad religiosa vocacional es fundamental, porque es indispensable para ésta, o sea, si no hay estudio no hay vocación. Se podría ejercer la picaresca por algún desaprensivo en guardar las apariencias y aprovechar para estudiar en un centro cuyo coste era notablemente más económico que en los demás, esta actitud no duraba mucho, antes o poco después era descubierto; pero esto es otro tema.
A Nicolás se le planteaba un complicado problema con la situación en que se encontraba, era claro que no tenía vocación religiosa y no le gustaba estudiar, y por consiguiente estaba perdiendo el tiempo y haciendo que su benefactor perdiera de forma inútil el dinero. Pero lo más complicado para él, era saber cómo se lo iba a comunicar a sus padres.
Pudo aguantar Nicolás algún tiempo más en el centro, obligado quizás por la preocupación de tener que volver a casa para quedarse, llegó a estudiar algo consiguiendo suficientes resultados; de no ser así el claustro de profesores le habría preparado la baja, porque estaban muy pendientes de los alumnos que no daban el nivel necesario. Pese a todo, se planteó que el salir del centro era ya irreversible, que antes o después tenía que ocurrir, que cuanto más lo demorara sería peor; así que se decidió a exponer su situación para que le dieran la baja; no hubo la más mínima objeción, además por parte de la dirección lo estaban esperando.
Llegó Nicolás a casa, ya todos sabían que iba a regresar, fue recibido con una relativa normalidad, se evidenciaba el semblante triste de su madre que contagiaba esta actitud a los demás; dentro de esta cierta tensión fue su hermana pequeña quien al verle llegar le dedicó una espontánea sonrisa, ¡a este lo conozco yo¡, parecía decir; tenía unos meses, no había cumplido el año; sonrisa que jamás olvidó Nicolás, fue gratificante para él en una situación como aquella en la que no sabía que hacer ni qué decir. No hubo represalias, quizás algún reproche por haber abandonado todo sin esforzarse algo más, ¿qué sabían ellos…?
Pronto todo fue pasando hasta llegar a la normalidad; estaban mentalizados en que había que continuar y dejar lo ocurrido como una mera anécdota.
Nicolás se sentía inseguro, descolocado, todo le había cambiado, hasta su carácter; el niño alegre y extrovertido se había convertido en taciturno y reservado, se consideraba un fracasado y fue muy complicado para él volver a empezar; temía ser rechazado por todos, después comprobó que sus temores eran infundados, solo él magnificaba lo sucedido, nadie le dio importancia; razones que le motivaron para seguir. Pese a todo, Nicolás estaba muy tocado, ¿porqué me pasa a mí esto…?, se preguntaba.
Se tornó tímido y receloso, con lo abierto que había sido…; lo pasaba mal, pero procuraba por todos los medios no exteriorizarlo. Por otra parte, Nicolás estaba también sometido al natural cambio fisiológico, su niñez se estaba quedando atrás para dejar paso a otras fases del desarrollo; esto acentuaba aún más sus problemas. No fueron nada fáciles para el muchacho superar todas aquellas dificultades que se le acumularon, pero a pesar de los obstáculos no tuvo más remedio que abrir brecha y continuar; y claro que continuó, y siguió, y caminó…
Cordial saludo. Jesús F. Sanz
Al buen entendedor con pocas palabras basta.
ResponderEliminarCuando Nicolás volvió al pueblo, un pueblo blanco, humilde,lleno de niños, se reintegró a su grupo de amigos. ¡No lo habían olvidado! Lo recibieron con afecto y le abrieron los brazos.
ResponderEliminarCierto era que durante el tiempo que había pemanecido en el Centro, cuando regresaba al pueblo de vacaciones, no había mantenido la relación de amistad que le había unido a los demás. Cuando volvía en verano sus salidas eran escasas y los "destinos", mejor sería decir "el destino", no era precisamente La Plaza del pueblo.
Ya no jugaba al chicuento ni a la burra larga. Su repión nunca más volvió a girar dentro de la redoma, pero sus amigos, su amigo, no lo había olvidado. ¡Le estaba esperando! En realidad, su amigo nunca le olvidó, siempre guardó un rincón en su memoria para su viejo y olvidado amigo.
La vida, Jesús, parece que quiso que Nicolás y su amigo volvieran a encontrarse, eso sí, el encuentro fue virtual, pero, al menos, el niño que quedó en el pueblo, ese cuyo nombre desconocemos, se sintió muy gratificado de poder volver a sentir esa lejana amistad con Nicolás.
La historia no está aún completa, pues Nicolás se sintió atraido por una joven que vivía cerca de su amigo. Un detalle que parece carecer de importancia, pero, la tuvo, pues, entre la pequeña relación de "proximidad" y el descaro de éste amiguete, Nicolás encontró el necesario apoyo, el punto debil, para la "conquista" del baluarte.
Luego, Nicolas y ese desconocido y virtual amigo tuvieron que separarse. Jamás volvieron a saber el uno del otro. Bueno. jamás no, pues casi en el ocaso de sus vidas se reencontraron de una extraña e insospechada forma, como si las nuevas tecnologías hubieran hecho acto de presencia para relacionarlos.
Jesús, ¿esperabas que alguien pusiera el final de la historia? Tal vez no lo esperases. ¡Pero la vida tiene estas sorpresas!
Lo único que deseo es que no te haya desagrado ni mi intromisión ni mi final.
Sólo una pregunta ¿Tú hubieras finalizado la historia de Nicolás de esta forma?
Amigo anónimo, para el final de la historia, si tú quieres, puedes aplicar una de mis últimas entradas en este blog, es muy probable que encaje. Quiero seguir el juego, amigo anónimo.
ResponderEliminarPues, sí. Veo que te gustó el final. Fue una pena que Andrés no pudiera acompañarte ese dia 14 de cualquier mes del verano de un año lejano, pero él se marchó antes que tú.
ResponderEliminarEse familiar directo que acogía a esa bella dama era tan buena persona que Andrés nunca lo olvidó, pues Andrés convivió con él, no de forma íntima, pero sí lo suficientemente próxima como para conocer sus sentimientos. ¡Y es que Soria era muy grande!
Bueno, Jesús, dale mis recuerdos a Nicolas. Andrés está sentado a mi lado y también os manda recuerdos.