Fuente del Rey
Ya se había escondido el sol entre Los Barreros y el pico La Cebada, se apagaba su luz crepuscular, como de costumbre a esta hora, nos reunimos todos para recibir instrucciones de nuestras respectivas misiones para aquella noche y el día siguiente. Lo normal era que por la noche, saliéramos seis hombres de dos en dos distribuidos en puntos que eran indicados por el jefe. Pero aquella noche fue excepcional, no hubo salida, había que ir al pueblo por la mañana, se nos dijo que el motivo era debido a la visita de un mando que tenía el interés de hablar a la mayor parte posible del personal que había en las cuatro unidades del término municipal, Encinasola, Flores, Sierra de Hoyos y Picorotos.
A la mañana siguiente, tras preparar nuestro “medio de transporte”, la mula y dos burritos, era el total de nuestro “parque”, salimos a una hora cómoda, serían las ocho, la cita la teníamos a las once, queríamos llegar con tiempo suficiente para tomar café y acicalarnos un poco. Por el camino unos se montaron y otros fuimos andando, recuerdo que hacía un buen día, se presentía que íbamos a pasar una agradable jornada, se advertía muy buena disposición por parte de todos, alegre charla con chispas de humor, no cabía otra cosa, éramos gente joven.
Llegamos al pueblo sobre las nueve y media y, como estaba previsto, tomamos café en casa Vicente, en la parada de La Estellesa. Tranquilamente, repasamos nuestro porte y a esperar acontecimientos; para ello entramos en la casa habilitada como cuartelillo, base de la unidad del pueblo, situado en la calle, que se llama ahora, Abel Moreno, éramos bastantes, el orden de treinta y cinco o cuarenta.
Pues nada, la anunciada visita fue puntual, allí estaba a la hora prevista, quizás un poco antes; fue recibido con el protocolo que correspondía, enseguida nos indicó que nos relajáramos, que quería ser lo más breve posible; y efectivamente, tras una concreta y concisa charla, unos veinte minutos después, podíamos partir para nuestros respectivos lugares.
Como mi gente vivía en el pueblo, quedé con los compañeros en el lugar y hora para marcharnos después, ellos estuvieron por allí, por lo visto le habían encargado a Simón Torrejón unos platos combinados para comer a medio día. Yo estuve en casa de mis padres con mi novia, comiendo y pasando el rato con todos ellos, poco tiempo como es de suponer; a las cinco quedamos en la calle La Fuente para salir.
-Señores, que tal, ¿Cómo ha ido eso…?
Buenooo, ¡que contentos estaban…¡, solamente alegretes, que no haya malos entendidos…
-Hombre, Jesús, benditos los ojos que te ven, ¿dónde andas…? , me dice Borrallo
-Pues no te has enterado, hombre, que yo iba a casa de mi familia…
-Bueno, ¿nos vamos ya…?, dijo uno
-Venga, arreando, que se hace tarde, contestó otro
Emprendimos el camino en el mismo ambiente distendido que por la mañana cuando íbamos, en esta ocasión, al pasar de la Fuente el Rey, ya había algunos que les apeteció ocupar una plaza en nuestro “medio de transporte”; yo aguanté andando, pero ya notaba cierto cansancio. Al llegar a la altura de Los Picamijos, me dice Ramón, que llevaba la mula, aquella enorme e impresionante mula, inquieta y desconfiada,
-Jesús, súbete aquí conmigo, no hay problema, va muy tranquila…
-Déjalo, Ramón, prefiero ir andando, cuando esté más cansado ya te avisaré…, pensando que podría aguantar bien hasta la caseta.
Bueno, pues así continuamos, y al llegar a la Piedra los Valientes, me lo ofreció otra vez,
-Venga, Jesús, súbete ya. En esta ocasión acepté, con la ayuda de un compañero que me dio pié me monté en aquella bestia, altísima me parecía, veía el suelo muy distante; “como nos la peguemos”, pensé. Íbamos bien, con aquel paso nervioso y seguro, pero bien…
Pasamos la Cruz de la Moza, acometimos el camino hasta subir el cerro desde donde ya se divisaba la caseta. De imprevisto, en el sentido contrario, una cuadrilla de trabajadores con sus caballerías, que habían estado arrancando jaras y volvían para sus casas…
-¡Cuidado, Jesús, agárrate¡, me dijo Ramón
No me dio tiempo a nada, ¿dónde me iba a agarrar…?; aquella bestia, se ve que asustada por las otras, se salió del camino y se tiró la barrera abajo; no paró hasta que no llegó a un regato que había al fondo, unos cincuenta metros; ni por muchos “sooos” ni por muchos tirones de las riendas obedecía. De milagro conseguimos mantenernos, nos bajamos de inmediato, la mula ya estaba tranquila, pero nos hizo pasar un buen susto.
Sin embargo los otros, desde arriba, se estaban partiendo de risa…
-Muy graciosos, ¿verdad…?
Nos reíamos todos, no había pasado nada, llegamos a la caseta sin novedad…
PD.-Más adelante, Ramón, cuando tuvo un hueco propicio, me dijo que él sabía que la mula se asustaba cuando se cruzaba con otras bestias…
-¿Y porqué no me le dijiste en su momento…?
Se echó a reír.
Cordial saludo. Jesús F. Sanz
Ya se había escondido el sol entre Los Barreros y el pico La Cebada, se apagaba su luz crepuscular, como de costumbre a esta hora, nos reunimos todos para recibir instrucciones de nuestras respectivas misiones para aquella noche y el día siguiente. Lo normal era que por la noche, saliéramos seis hombres de dos en dos distribuidos en puntos que eran indicados por el jefe. Pero aquella noche fue excepcional, no hubo salida, había que ir al pueblo por la mañana, se nos dijo que el motivo era debido a la visita de un mando que tenía el interés de hablar a la mayor parte posible del personal que había en las cuatro unidades del término municipal, Encinasola, Flores, Sierra de Hoyos y Picorotos.
A la mañana siguiente, tras preparar nuestro “medio de transporte”, la mula y dos burritos, era el total de nuestro “parque”, salimos a una hora cómoda, serían las ocho, la cita la teníamos a las once, queríamos llegar con tiempo suficiente para tomar café y acicalarnos un poco. Por el camino unos se montaron y otros fuimos andando, recuerdo que hacía un buen día, se presentía que íbamos a pasar una agradable jornada, se advertía muy buena disposición por parte de todos, alegre charla con chispas de humor, no cabía otra cosa, éramos gente joven.
Llegamos al pueblo sobre las nueve y media y, como estaba previsto, tomamos café en casa Vicente, en la parada de La Estellesa. Tranquilamente, repasamos nuestro porte y a esperar acontecimientos; para ello entramos en la casa habilitada como cuartelillo, base de la unidad del pueblo, situado en la calle, que se llama ahora, Abel Moreno, éramos bastantes, el orden de treinta y cinco o cuarenta.
Pues nada, la anunciada visita fue puntual, allí estaba a la hora prevista, quizás un poco antes; fue recibido con el protocolo que correspondía, enseguida nos indicó que nos relajáramos, que quería ser lo más breve posible; y efectivamente, tras una concreta y concisa charla, unos veinte minutos después, podíamos partir para nuestros respectivos lugares.
Como mi gente vivía en el pueblo, quedé con los compañeros en el lugar y hora para marcharnos después, ellos estuvieron por allí, por lo visto le habían encargado a Simón Torrejón unos platos combinados para comer a medio día. Yo estuve en casa de mis padres con mi novia, comiendo y pasando el rato con todos ellos, poco tiempo como es de suponer; a las cinco quedamos en la calle La Fuente para salir.
-Señores, que tal, ¿Cómo ha ido eso…?
Buenooo, ¡que contentos estaban…¡, solamente alegretes, que no haya malos entendidos…
-Hombre, Jesús, benditos los ojos que te ven, ¿dónde andas…? , me dice Borrallo
-Pues no te has enterado, hombre, que yo iba a casa de mi familia…
-Bueno, ¿nos vamos ya…?, dijo uno
-Venga, arreando, que se hace tarde, contestó otro
Emprendimos el camino en el mismo ambiente distendido que por la mañana cuando íbamos, en esta ocasión, al pasar de la Fuente el Rey, ya había algunos que les apeteció ocupar una plaza en nuestro “medio de transporte”; yo aguanté andando, pero ya notaba cierto cansancio. Al llegar a la altura de Los Picamijos, me dice Ramón, que llevaba la mula, aquella enorme e impresionante mula, inquieta y desconfiada,
-Jesús, súbete aquí conmigo, no hay problema, va muy tranquila…
-Déjalo, Ramón, prefiero ir andando, cuando esté más cansado ya te avisaré…, pensando que podría aguantar bien hasta la caseta.
Bueno, pues así continuamos, y al llegar a la Piedra los Valientes, me lo ofreció otra vez,
-Venga, Jesús, súbete ya. En esta ocasión acepté, con la ayuda de un compañero que me dio pié me monté en aquella bestia, altísima me parecía, veía el suelo muy distante; “como nos la peguemos”, pensé. Íbamos bien, con aquel paso nervioso y seguro, pero bien…
Pasamos la Cruz de la Moza, acometimos el camino hasta subir el cerro desde donde ya se divisaba la caseta. De imprevisto, en el sentido contrario, una cuadrilla de trabajadores con sus caballerías, que habían estado arrancando jaras y volvían para sus casas…
-¡Cuidado, Jesús, agárrate¡, me dijo Ramón
No me dio tiempo a nada, ¿dónde me iba a agarrar…?; aquella bestia, se ve que asustada por las otras, se salió del camino y se tiró la barrera abajo; no paró hasta que no llegó a un regato que había al fondo, unos cincuenta metros; ni por muchos “sooos” ni por muchos tirones de las riendas obedecía. De milagro conseguimos mantenernos, nos bajamos de inmediato, la mula ya estaba tranquila, pero nos hizo pasar un buen susto.
Sin embargo los otros, desde arriba, se estaban partiendo de risa…
-Muy graciosos, ¿verdad…?
Nos reíamos todos, no había pasado nada, llegamos a la caseta sin novedad…
PD.-Más adelante, Ramón, cuando tuvo un hueco propicio, me dijo que él sabía que la mula se asustaba cuando se cruzaba con otras bestias…
-¿Y porqué no me le dijiste en su momento…?
Se echó a reír.
Cordial saludo. Jesús F. Sanz
Tu narración me recuerda uno de mis servicios. Consistió en conducir una columna de ganado, alrededor de 100 caballerías, caballos y mulos, desde Os de Balaguer a Seo de Urgell.
ResponderEliminarAntes, nunca había montado a caballo, y tuve que hacer un curso intensivo de conducción en el que aprendí a subir al Caballo y una vez que logré sostenerme sobre él empecé a preocuparme por los mandos, ya sabes, aquello del freno, el acelerador, el embrague, los intermitentes, el aire acondicionado, etc.
Era complicado mantener el equilibrio con aquellos saltos que daba sobre la silla y, al mismo tiempo, manejar lo demás.
Del paso, algo así como circular a ralentí, tuve que pasar al trote y, después, al galope ¡Casi ná!
Ni que decir tiene que escogí mi caballo. No creas que me fuí a coger cualquiera. cogí a uno muy tranquilo, tanto que me tenía que esforzar para lograr que marchara con la rapidez que requería el tiempo que tenía fijado para recorrer la distancia.
Al cabo de unos días estabamos compenetrados perfectamente. Cuando me ponía a caminar, el caballo me buscaba, se ponía detrás de mí y me empujaba con su morro ¡Lo que son los animales!
Ya puedes imaginarte lo animado que me fuí poniendo con el paso de los días. Vamos, que llegué a creerme que era Pablo Hermoso de Mendoza, el rejoneador.
Entre la cuadrilla de cuadrúpedos había uno muy vivaz, andaba muy rápido y, como ya estaba cansado de tener que estar "harreando" a mi tranquila montura, me decidí a probar a ver que tal me iba sobre aquel nervioso jumento.
Dicen que cuando a un potro se le monta antes de tiempo y se le daña la dentadura cuesta, de por vida, lograr que obedezca al mandato de las riendas. Eso era lo que le había pasado a aquel caballo.
En cuanto me coloqué sobre él empezó a galopar y no obedecía ni al freno ni al embrague, ¡Dios mío, aquello era una locura! Una locura que se veía acrecentada por un enorme precipicio a la derecha. En algún momento pensé que se iba a lanzar barranco abajo, bueno, no sólo lo pensé sino que casi me vi cayendo por él.
Imposible detenerlo.¿Qué podía hacer?
Por fin, dando dos fuertes tirones de las riendas, primero a hacia la derecha y, despues, hacia la izquierda, logré cololarlo frente al talud que había en el lado opuesto al barranco. Subir por aquella pared no podía y, al detenerse, me faltó tiempo para saltar al suelo.
¿Sabes qué hice a continuación?
MONTAR MI TRANQUILO Y CARIÑOSO CABALLO, con el que seguí practicando la equitación durante bastantes meses, todos los que seguí viviendo en Seo de Urgell.
Soy manolito, el hijo de un guardia civil, que estuvo viviendo en la CASETA de PICOROTOS en los años del 61 al 64,fueron muchas las vivencias que tuve en ese periodo de tiempo, no habria espacio para narrar tantísimos acontecimientos.Soy un nostalgico de aquellas fechas,Añoro mucho los juegos de mi niñez, las travesuras,los momentos buenos y malos,las necesidades propias de la época,en fin un sin fin de cosas.Me acuerdo mucho de Vicente el Costero, aquel hombre bueno que tanto hizo por todas las personas que por aquel entonces vivíamos alli.Ya en el año 1964, mi padre pasó destinado al Pueblo, donde ya permanecimos hasta el año 1976 en que mi padre se jubiló y nos vinimos para Sevilla donde residimos habitualmente. Mi padre... que yá falleció,era un hombre bueno,no lo digo porque fuera mi padre, sino que es verdad,siempre hizo cosas buenas por la gente de ahí y por el pueblo,el dia en que nos vinimos para Sevilla y ya dejábamos el pueblo,no hubo consuelo para él, bueno para casi todos,se llevó un tiempo como muy apenado,nostálgico,triste en fin bastante mal,porque QUERIA AL PUEBLO Y SUS GENTES COMO NADIE. Nunca se quiso venir del Pueblo, Él se queria morir ahí, y eso que era sevillano, pero cargado de hijos como estaba y lo mal que estaba la vida no tuvo mas remedio que tirar para la ciudad, bueno Ése era mi padre, siempre contando chistes con su amigo y compañero RASERO, que cuando se juntaban los dos la armaban allí donde estubieran, la risa estaba garantizada siempre con buen agrado, de buen humor etc. Voy a omitir el nombre y apellidos de mi padre,pero desde luego los que hayan tenido la suerte de vivir aquella época sabrán de quien estoy hablando.Una cosa más,soy el mayor de sus hijos y puedo decir que me siento muy orgulloso de ser MAROCHO aunque no haya nacido ahí,pero a mi pueblo no lo cambio por nada en el mundo. Un Saludo para todos y espero que os guste mi relato. Hasta siempre. M.V.I. Martes 12 de Octubre de 2010.
ResponderEliminarManolito, gracias por tu comentario; te tengo que conocer a la fuerza porque yo estuve en Picorotos hasta el año 69, que dejó de ser puesto para convertirlo en destacamento, donde se hacían las partidas de seis días, como también la caseta de Sierra de Hoyos en la Contienda. Ahora mismo no caigo quien eres solo por el nombre, si dijeras tu apellido... Todos los que estábamos en las casetas nos destinaron a donde pedimos, yo me quedé en el pueblo hasta que marché por esos mundos. Aquí en este blog podrás leer varios artículos referentes a mi estancia por aquellas tierras, como conoces aquello seguro que te recordarán más cosas, ya verás que yo también soy muy entusiasta de Encinasola, aunque tampoco es mi pueblo lo recuerdo con cariñosa nostalgia. A tu disposición Manolito, puedes preguntarme lo que quieras que, si puedo, te contestaré con mucho agrado.
ResponderEliminarCordial saludo
Jesús, te voy a decir el apellido haber si caes: "Valverde".Espero que sepas quien soy.
ResponderEliminarUn saludo
Claro que te conozco, me parece que vivíais en la calle Mora, al lado de Candelario. Lo que pasó es que en el 64 yo ya me había ido, iba por el pueblo nada más que dos o tres veces al año, además tú eres mucho más joven que yo; creo que eres de la edad de mi hermana Mari-Sol y mi cuñada Aurori, seguro que las recordarás. Después, como te dije, estuve destinado allí; así que coincidí con tu padre, el mío y mi suegro.Recuerdos inolvidables que me gustan evocar porque para mí fueron también muy entreñables.
ResponderEliminarCordial saludo
ESO ES, VIVIAMOS AL LADO DE CANDELARIO Y POR ENCIMA DE ISABEL LA REGALÁ,¿TE ACUERDAS?,VIVÍAMOS DE ALQUILER Y DE LA CALLE MORA NOS FUIMOS A LA CALLE GRANAO,QUE HOY POR CIERTO NO SE COMO SE LLAMA.CLARO QUE CONOZCO A TU HERMANA MARISOL Y TU CUÑADA AURORI...QUE POR CIERTO ESTUVIMOS JUNTOS EN LA ESCUELA Y CUANDO SALIMOS A LOS 14 AÑOS ME ENAMORÉ DE ELLA COMO UNA "BURRA" BUENO LO PROPIO DE ESA EDAD,AL FINAL NO SE LLEGÓ A NADA NO ESTARIAMOS EL UNO PARA EL OTRO.ÉSTE AÑO TODAVIA NO HE PISADO EL PUEBLO Y SI VIERAS LAS GANAS QUE TENGO NO TE LO IMAGINAS,BUENO JESÚS A VER SI COINCIDIMOS EN EL PUEBLO Y TOMAMOS UNAS CERVECITAS EN "CA QUICO", EN EL EMIGRANTE,EN EL RINCÓN BUENO DONDE SEA,LA HISTORIA ES QUE RECORDEMOS VIEJOS TIEMPOS Y ESTEMOS JUNTOS UNOS DIAS QUE TENGO MUCHAS GANAS DE VERTE.UN ABRAZO...!MANOLO VALVERDE!
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