Contador de visitas

contador de visitas para bloggerCONTADOR DE VISITAS

domingo, 28 de marzo de 2010

Enigmático Cisco


Le llamaban Cisco, después supe que era Francisco; aparentaba quince años, menudo y curtido, muy esquivo y huraño, de ojillos menudos y escrutadores, evitaba la mirada, rehusaba el trato; a veces, en mis recorridos de observación, lo divisaba a lo lejos, trataba de acercarme para charlar con él, cuando llegaba al lugar había desaparecido. Era un perfecto conocedor del terreno donde se desenvolvía, dada su menuda figura y vestimenta fácil de camuflar, cualquier sitio era idóneo para esconderse, una retama, las jaras, la copa de una encina, todo le valía…
Me llamó la atención Cisco, no sé porqué veía en él cierto misterio, despertó en mí la curiosidad por conocerlo, ganar su confianza, conseguir charlar de forma distendida para cambiar impresiones, saber de sus inquietudes...
Pasaba el tiempo, se veía muy poco al muchacho, cuando visitaba la casa donde se alojaba la familia él nunca estaba, tampoco el padre, era la madre y una niña de unos tres años, su hermana, a las que siempre encontraba. Estaban allí contratados para cuidar la casa y atender al ganado, había de todo, vacas, cabras, ovejas, guarros…
La señora, de porte menudo, cara sencilla y tímida mirada, de unos treinta y cinco años; no hablaba nada, se limitaba a contestar a lo que le preguntaba, algo nerviosa con mi presencia, se le notaba. La había saludado al llegar, y tras hacerle algunas preguntas de cortesía, decidí seguir mi ruta,
-Bueno señora, que vaya bien; ya tendré ocasión de ver a su marido, por saludarle y cambiar impresiones, por aquello de que somos “vecinos”, nada más, no se preocupen…
-Como usted quiera, buenos días, respondió sin apenas levantar la cabeza.
Al poco tiempo después, en ocasión de hallarme solo otra vez en recorrido de observación, porque yo así prefería andar por allí durante el día, solo; me senté algo cansado al lado de una fuente, después de refrescarme con su cristalina agua, para lo que utilicé el cucharro de corcho allí dispuesto; ¡que rica estaba el agua en el cucharro de corcho…!
Poco antes había oído el ladrido de un perro, pero no le di importancia, de día se le prestaba poca atención al ladrido de los perros; pero cual fue mi sorpresa, que de sopetón se dio de bruces conmigo el huidizo Cisco, era evidente que no sabía que yo estaba allí, no le haría caso al ladrido del perro que le advertía la presencia de alguien extraño…
Quedó perplejo, no sabía que hacer…
-Tranquilo, hombre, no te asustes, ¿no recuerdas que ya nos vimos el otro día…?
-Si…, balbuceó
-¿Como te llamas…?, le pregunté, aunque ya sabía su nombre lo hice para tratar de eliminar esa cierta tensión que aparentaba.
-Francisco, me dijo, pero me llaman Cisco…
-Muy bien, hombre; yo me llamo Jesús, y vivo allí arriba, frente a la casa donde tú vives, ¿a que sabes donde está…?
-Sí, la caseta…
-Cuéntame, ¿qué haces por aquí…?
-Estoy al cuidado del ganado, ayudo a mi padre…
-Ya veo que tenéis muchos bichos, vacas, cabras, hay de todo. ¿Cuantos años tienes…?
-Dieciséis, voy a hacer este mes…
-Vaya, eres un hombre ya…, ¿sabes leer y escribir…?
-No, nunca he ido a la escuela, siempre he ayudado a mi padre…
-Te debería enseñar tu padre o tu madre, es muy importante saber eso, y más ahora que te estás haciendo mayor…
-Tampoco saben, me dijo esta vez mirándome de forma abierta a la cara.
-Y contar, ¿sabes contar…?
-Contar si sé, me ayudo con los dedos, y conozco los números, mi padre me los ha enseñado…
-Eso está muy bien, cuando sepas manejar bien los números verás lo entretenido que es, aparte que son muy necesarios para desenvolverte en tu vida. Me gustaría poder enseñarte de todo, de números, de leer y escribir…, yo no es que sepa mucho, lo suficiente para defenderme…
Allí estaba Cisco, callado, algo incómodo ya, sin saber que decir. Como un relámpago me vino a la mente, y le pregunté,
¿ Llevas reloj…?
-No, me contestó, para saber que hora es me guío por el sol, si está nublado es igual, también me oriento…
-Otro día que venga por aquí te voy a traer un reloj, para ti, yo te lo regalo…
-Siii…?, ¿por qué?, me miró con ojos como platos.
-Pues claro Cisco, si me lo aceptas, yo quiero ser tu amigo, así tendrás un recuerdo mío. Oye, ¿y sabes las horas…?
-Si, me la enseñó mi padre en el suyo, que se guarda en el bolsillo del chaleco…
-Bueno Cisco, me tengo que ir ya, así que hasta que venga otra vez por aquí; no te preocupes que te traeré el reloj, es de los que se llevan en la muñeca, verás como te gusta, adios Cisco…
-Adios…
De esta manera se rompió el hielo con Cisco, tenía asegurado que cuando me viera no volvería a esconderse, por aquello del regalo, me alegré por mi ocurrencia de prometerle un reloj. Pero pese a todo yo observaba en él cierto recelo, algún temor; pudiera ser que la figura que yo representaba había sido objeto de infundir miedo en el muchacho, se producía en ocasiones, algún “graciosillo” la utilizaba. Ya me enteraría, ya lo creo que me enteraría…
Cierta mañana, como en muchas ocasiones, iba al pueblo a solventar un asunto oficial y después me solía quedar con mi familia a pasar unas horas; coincidí en el camino con el dueño de la finca donde trabajaban los padres de Cisco, íbamos hablando de asuntos intranscendentes, a esto que se me ocurrió preguntarle por ellos, con la intención de poder recabar alguna información que me llevara a resolver mi duda,
-Tomás, y la familia que tiene usted ahora en la finca, ¿cómo pajea…?
-Son buena gente, Jesús, llevan conmigo más de un año y no tengo ninguna queja, al contrario, estoy muy contento con ellos…
-Y el chaval, Cisco, ¿lo ha observado…?
-Hombre, sí, se le ve muy despierto y ayuda mucho a su padre…
-Eso me ha parecido a mí, que es muy listo, he hablado un poco con él, pero lo noto un tanto receloso, como si tuviera miedo…
-Pues no sé…, dijo Tomás, como no sea por la advertencia que hace tiempo le hizo su padre, refiriéndose a los lazos que colocaba para cazar conejos. Yo le oí, quería amedrentarle con que si le pillaban lo podían meter en la cárcel, o algo así por el estilo, parece que no era del agrado del hombre que su hijo se dedicara a eso; el muchacho tiene gran habilidad en el manejo de esas artes, nunca les falta la carne de caza en la casa…
-Entonces no me diga más, ahí va a estar el motivo, murmuré…,
-¿Cómo…?, preguntó Tomás,
-Nada, nada, cosas mías…
No pasó mucho tiempo y me volvió a tocar mi semana de observación, pues este cometido se hacía semanal cuando nos correspondía. Como podemos suponer no se me olvidó echar a la cartera el prometido reloj con su estuche, que aún conservaba, y me dirigí sobre el paraje donde podía ver a Cisco; no quise llegar a la casa, prefería hablar a solas con él. Y efectivamente, por allí estaba “mi amigo”.
-¡ Ciscooo…!
Le grité, rápidamente advirtió mi presencia y vino hacia mí.
-Buenos días, Cisco, ¿ como estás…?
-Pues bien, aquí estoy al cuidado de aquellas cabras…
-Vamos a sentarnos un poco,
Le invité; y así lo hicimos en unos riscos próximos.
-Bueno Cisco, lo primero que voy a hacer es entregarte el reloj que te prometí, así que aquí lo tienes, es para ti…
Le di el reloj que, como dije, iba metido en su propio estuche, estaba prácticamente nuevo, lo había usado pocas veces; con cierto nerviosismo lo abrió, y esbozando una sonrisa me dijo,
-Gracias…
Y… ¡ me extendió la mano…!, a lo que correspondí con agrado, me dejó un poco atónito, no me lo esperaba.
-No hay de qué, Cisco, es tuyo, te lo había prometido; ¿sabes como se le da cuerda…?
-Si, igual que al de mi padre…
Le hice algunas preguntas más sin importancia, con el fin de mantener el buen ambiente entre ambos; no quise ser brusco en acometer sobre el asunto que me intrigaba, por fin me decidí.
-Oye Cisco, tú que siempre estás de día al aire libre, verás muchos bichos que pueden ser cazados, como conejos, perdices, liebres…
Se levantó como un resorte, parecía nervioso, con voz entrecortada me contestó,
-Sí, si los hay, usted también los verá…; bueno, me voy, tengo que ir a donde mi padre…
-Tranquilo, Cisco; solo quería saberlo, no tienes que preocuparte. Te lo pregunto porque me he enterado que eres muy bueno cogiendo conejos con lazos; hay muchos en el Cavá y en ese huerto que tenéis allí abajo, claro que los he visto.
-Que sepas que por eso no debes tener miedo de mí, proseguí, yo no te voy a decir nada por ello, ni mis compañeros tampoco, porque me he enterado que alguien ha tratado de asustarte con nosotros en caso de que te pillemos alguno cazando con lazo, te repito que es mentira, no hay nada de eso, así que estate tranquilo…
-¿De verdad…?, preguntó ya bastante relajado
-Puedes estar seguro, Cisco, yo no te miento, no lo haría jamás…
-Bueno, voy donde mi padre, me espera para que le ayude. Adios…
-Adios Cisco, espero que te hayas quedado tranquilo, le dije mientras ya se dirigía a donde me había dicho; asentía con la cabeza mientras aligeraba el paso…
Pocas veces más pude ver a Cisco, quizás dos; pero pude observar con una inmensa alegría, que se acabaron las actitudes recelosas y los nervios en el muchacho, me saludaba con amplia sonrisa, se le notaba que estaba a gusto conmigo…
Ya no volví a hacer referencia sobre el tema de la caza, ¿para qué…?; mejor así. También me encontraba yo muy a gusto con Cisco, era alegre y vivaracho, muy espontáneo y ocurrente, nos reíamos mucho los dos; como buenos amigos, tampoco era tanta la diferencia de edad, ocho años quizás…

Cordial saludo. Jesús F. Sanz

5 comentarios:

  1. Un bello gesto por tu parte,que dice mucho de ti.

    ResponderEliminar
  2. Hola Jesús: Acabo de leer tu relato sobre Cisco y tengo que decirte que lo encuentro sencillo e interesante. Me ha gustado mucho.

    Saludos

    J.M. Santos

    ResponderEliminar
  3. Muy bonito Jesús, si me pongo en el lugar de Cisco, me puedo hacer una idea de la felicidad de ese chico, al recibir semejante regalo. Mi primer reloj lo compre en casa de Gregorio y para ello tuve que estar apañando aceitunas en Picamijo un mes. Un saludo amigo.

    ResponderEliminar
  4. Jesus, eres un libro abierto, que bien explicas lo que quieres decir, aprecio tus odiseas porque siempre puedo aprender algo.

    Un saludo y hasta el proximo.

    ResponderEliminar
  5. Perdon no me gustan los anonimos

    Me olvide firmar el comentario anterior.

    Faustino

    ResponderEliminar