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martes, 20 de octubre de 2009

Bicarbonato


Quiero recordar... que era un día de año nuevo, estuve comiendo con mi familia, al terminar me apetecía dormir, las noches anteriores a este día se suele dormir poco, sobre todo si estás sobre los veinte.
En vez de acostarme en la cama opté por “amorrarme” en la mesa camilla al calor del brasero de picón. Estaría durmiendo como unas dos horas, cuando me levanté me pareció experimentar una desagradable sensación de mareo; ya no me enteré de más hasta volver en sí, estaba tendido en el suelo sobre una manta y con un fuerte sabor a bicarbonato, al pasarme la mano por la cara advertí gran cantidad de este producto, a mi alrededor había gente hablando, no entendía nada porque estaba aturdido todavía.
Poco a poco, con la ayuda de mi madre, me incorporé para sentarme, ella me contó que había perdido el conocimiento, que el médico estaba avisado y no tardaría en llegar, que no me preocupara. Se había producido cierto revuelo en la calle creando algo de alarma en los vecinos, algunos de éstos también acudieron. Siguió contándome que providencialmente, así me dijo, pasaba por allí Tomás Moreno, el pintor, quien al enterarse de lo que ocurría entró en la casa, le pidió con urgencia bicarbonato, ella le sacó un paquete del que derramó gran parte de su contenido en mi boca, de inmediato abundante agua, lo que provocó que eructara expulsando así los gases del estómago, por lo que reaccioné enseguida recuperando el conocimiento. Esto, según dijo luego el médico, fue lo que originó el poder echar el monóxido de carbono, motivo de la intoxicación causada por la inhalación de gases del brasero. Parece ser, que además del picón, le ponían al brasero un fondo de carbonilla para darle más consistencia. Después el médico me hizo un pequeño reconocimiento al que no le dio importancia, me dijo que me encontraba bien, que hiciera vida normal.
Cuento esta anécdota porque, además de intentar enseñar lo que no se debe hacer, quiero dar a conocer que Tomás Moreno me salvó la vida con bicarbonato.

Cordial saludo. Jesús F. Sanz

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